Quilotoa - Cotopaxi - Ecuador
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Se trata, en este caso, de un humilde mirador de madera, diseñado, eso sí, por renombrados arquitectos ecuatorianos. Pero merece la pena hablar de él porque da pie a hacer referencia también a Quilotoa, una atracción en los Andes de Ecuador, poco frecuentada porque cae a trasmano y los viajes acostumbran a evitar los largos rodeos.
Merece la pena visitar Quilotoa. Se trata de un pueblo pequeño. Pero lo importante es el lago que reposa en la caldera de un volcán cuya lámina circular de agua se contempla en una hondonada a los pies de la población. El espectáculo es fantástico y permite gozar de cerca de esa poderosa combinación que son las montañas en el altiplano, la dura arquitectura rocosa construida por los volcanes y el agua que brota de manantiales alimentados por las nieves y que encuentra refugio en cráteres y en el fondo de los valles.
El camino hasta Qilotoa es ya del mayor interés. Cuando abandona la casi infinita Panamericana, la carretera se abre paso por valles y asciende por la ladera de empinados montes. Todo aparece cultivado en los llanos y en parcelas inverosímiles que trepan hasta lo más alto de las montañas. Todo es labor de comunidades indígenas que se agrupan en pequeños pueblos llenos de carácter.
El mirador de madera, sobre el cráter convertido en lago, de Quilotoa es también patrimonio de la comunidad indígena shalalá. Ellos lo mantienen y cuidan de su funcionamiento bajo unas condiciones climáticas severas. El mirador en cuestión es como un trampolín. Si contemplar el lago y el horizonte de montañas que lo envuelve desde el balcón de tierra en el que se asienta el pueblo era ya un espectáculo, verlo ahora en suspensión y con una simple barandilla de cristal resulta más emocionante todavía.
La altura de Quilotoa sobre el nivel del mar -casi 4.000m- es considerable. Quienes no teman al cansancio podrán además, desde el mirador, descender por el talud de cráter hasta tocar el agua y presumir de haber estado en un lugar mágico, de una belleza singular.
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