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Empezó por lo evidente: por recuperar su centro restaurando fachadas y calles y emprendiendo una ingente obra de renovación del pavimento. ¿Renovación del pavimento? Pues sí, una renovación que podría estar próxima al disparate por la calidad y la variedad deldel empedrado que en algún momento raya lo palaciego -materiales nobles y geometrías complejas-, pero que da a la ciudad un tono de sofisticación y de cuidado que se corresponde muy bien con el impecable mantenimiento y con la alegría que muestran los jardines que acompañan la vida de los malagueños.
Pero eso es sólo una parte, porque el plato fuerte está en la colección de museos de primer nivel que Málaga ha ido atrayendo sin descanso en los últimos años. La apuesta ha ido mucho más al fondo que al espectáculo y así se han asentado el Museo Picasso, el Thyssen, el Pompidou y el del Estado Ruso, por mencionarlos en el orden de su llegada a la ciudad. Y por supuesto ha quedado todavía espacio para otros más, de renovación o creación reciente, como el de la Catedral, el del Automovilismo, el Centro de Arte de la Tauromaquia, el Centro de Arte Contemporáneo y el nuevo Museo de Bellas Artes que está por inaugurar en el imponente edificio de la Aduana.
Excelentes todos ellos, los más destacados -el Picasso, el Thyssen, el Pompidou y el Ruso- se muestran de un tamaño más abarcable que el de los enormes museos que han crecido hasta desbordar la capacidad de atención del visitante. Y demuestran la confianza que Málaga ha sabido ganarse en el mundo del arte y entre las instituciones museísticas más importantes.
Málaga está más en el mapa que nunca y ha tenido el acierto de hacerlo de un modo singular, con determinación y con atrevimiento. Ha convencido a los mejores y ha conseguido renovar por completo el interés por la ciudad. Tanto los que la conocieron hace unos años como quienes no la visitaron nunca tienen ahora una cita más que justificada con Málaga y la mejor excusa para dedicarle unos días. Leer más…