lunes, 5 de octubre de 2015

Haohan Qiao


P. N. de Shiniuzhai - Hunán - China


Más alto, más largo, más difícil. Aquel paso que pareció de gigante cuando los americanos decidieron poner una pasarela de cristal sobresaliendo de una orilla sobre el Cañón del Colorado ha quedado en un juego de niños.

Lo de ahora es una muestra más de músculo por parte de China y un nuevo ejemplo de que lo de batir récords se ha incorporado a sus proyectos, sean del tipo que sean.

No está claro de si se
trata de un reto al riesgo de infarto o a la tecnología. Lo cierto es que lo de las emociones fuertes se ha convertido en tendencia para los chinos. Se acabó lo de la uniformidad y lo de la mirada ausente de las masas. Ahora la adrenalina manda y en esa especie de deporte
de riesgo que consiste en cruzar un puente, ya no hay límite ni para la edad, ni para nada. Es sólo cuestión de narices.

Dos bloques enormes de roca limitan el cañón de Zhangjiajie que se abre en uno de los valles del parque nacional de
Shiniuzhai, en Hunán. El paisaje es, desde lo alto, sobrecogedor. El relieve tiene la dureza de la roca, en contraste con la vegetación que la cubre en muchas partes. Y juega con la espectacularidad de los grandes desniveles y las
grandes masas de agua que, en forma de presas, ocupan cada uno de los extremos del cañón.

430 metros de largo y 300 de altura aseguran al puente Haohan Qiao el puesto número uno entre los puentes colgantes con suelo de cristal en el mundo y prometen al mismo tiempo una experiencia de vértigo y de espectacularidad para recordar toda la vida.

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