Ordos
Mongolia Interior - China
Una explicación puede ser el lugar donde se encuentra. Mongolia Interior no es precisamente una localización de paso para los aficionados al viaje y menos aún para los amantes de los museos.
Y Mongolia Interior tampoco es lugar que destaque por su patrimonio en eso que entendemos como obras maestras de la cultura. Ni Rembrandt ni Andy Warhol brillan con sus obras aquí.
Empecemos por decir que Ordos es -o está siendo- una nueva ciudad. Una ciudad plantada en el desierto, como Brasilia lo fue en mitad de la selva. El desierto de Ordos, que así se llama, necesitaba una ciudad que se levantó en el 2001 y que cinco años más tarde rondaba los dos millones de habitantes. En China todo es grande y todo obliga a planificar de cara al futuro. De ahí que hiciera falta un espacio donde conjugar el pasado nómada y yermo, de tradiciones muy antiguas, con un futuro que no debía perder de vista lo que ha sido una realidad muy reciente. El museo de Ordos es hoy un museo para la 'transición' y la idea es que dentro de poco se convierta en el contenedor de unas señas de identidad que sirvan para recordar un modo de vida arrollado por el progreso y destinado a una rápida desaparición.
Hoy el museo es sobre todo el resultado de un brillante ejercicio de arquitectura. El edificio que lo alberga sorprende por su atrevimiento y su modernidad. Y sobrecoge por su tamaño. Desde el exterior se diría un objeto imposible venido de otro mundo y desde el interior se percibe más como el resultado de un espectáculo realidad virtual que como un espacio material, que se puede tocar con las manos y cuya realidad no pertenece al mundo de la ficción.
Impresionante, espectacular, insólito... son los adjetivos que mejor definen al museo. Son adjetivos de uso corriente, pero en este caso corren el riesgo de quedarse cortos porque el museo de Ordos desborda todo lo esperable incluso tratándose de China.
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